En la estela de lo que escribió Tamara Tenenbaum y a propósito de ello, nos llega y publicamos halagados, esta contribución de Mara Bragarnik, mismo colegio, dirían en "Feliz Domingo". En este caso, misma carrera y facultad, sita en la calle Puán.
¿Para qué
(nosotros, seres humanos) generamos normas, sistemas de normas y sistemas que
sistematizan esos sistemas de normas? (a) ¿Para contemplarlas y respetarlas sin
más? (b) ¿Para contentarnos con su mero cumplimento? o (c) ¿Para vivir mejor?
Pensemos en el
siguiente caso: una persona ciega entra a un bar con su perro lazarillo. El
mozo se acerca: −“Disculpe, amigo, pero
es norma del lugar que no entren animales al recinto”. Acto seguido, el ciego y
su perro se retiran.
Todos contentos: la
norma ha sido cumplida. Respiramos.
Ahora: ¿cuál es el
espíritu una ley? ¿Un aferramiento obcecado a la letra de una norma tácita o
escrita? ¿O procurar un mundo ordenado y
vivible para todos?
El ciego
retirándose, es un ejemplo de “procedimentalismo puro”. Aplicamos la ley. El ciego puede quedarse -cómo no, pero el perro debe irse- y como el ciego no es
nada sin su perro, ambos se van juntos.
¿Es ese el espíritu
de la norma que impide entrar con animales a un bar? ¿Que un ciego no pueda
tomar un café con leche con medialunas? Procedimentalmente, se ha obrado de
manera perfecta. Pero la norma no está ahí para eso. Debiera primar el criterio
del que la hace cumplir. El ciego no
quiere entrar al bar con el perro para molestar. Sólo quiere desayunar. Si concurre acompañado
de su perro, será porque es una extensión de sí mismo. Sin su perro no puede ubicarse ni dar un
paso.
Los derechos son
relativos. Si se ha suscripto a un pacto que defiende la vida desde la
concepción, no puede ser nunca para torturar a un ser humano. Pues ese mismo
pacto, nos defiende contra la tortura. Una mujer reducida por años a la
esclavitud sexual o a la violación tiene primero derecho a no ser torturada ni
sometida a tratos crueles -como gestar una criatura producto de esos vejámenes-.
Así es la ley. No
hay derechos absolutos. Mucho menos
cuando se trata de derechos fundamentales. Prima siempre el criterio de quien
lo aplica. Si no, no serían necesarios los jueces y sus apreciaciones.
Simplemente, cargaríamos los datos en cuestión en una máquina judicial,
pulsaríamos enter y esperaríamos la sentencia. Procedimentalismo puro. Pero
ocurre que el derecho está ahí para que vivamos mejor. No para generar
sentencias axiomáticamente impecables que dejen al margen el drama humano.
Párrafo aparte para
los médicos que reciben mujeres en condiciones legales de abortar. Puedo
entender a quienes no quieran practicarlo por cuestiones de conciencia. Pero me
cuesta entender a quienes no quieren practicarlo sólo por miedo a entrar en
entuertos judiciales. A ellos les diría que no eligieron vender cosméticos, que
tienen una función pública. La ley los ampara; déjense amparar por ella.
Alguien tiene que empezar, aunque al principio cueste.
7 comentarios:
Maravillosos son aquellos médicos que son "objetores de conciencia" en el Hospital Público pero no en la clínica privada....
Ah, sí. Si a la ecuación le sumamos la hipocresía general + los intereses creados, el resultado es lacrimógeno. Y a la vez, deja bien patente la necesidad de una regulación.
Felicitaciones excelente análisis de una realidad que ya no se puede soslayar.
Jazz
Gracias!
Gracias!
Perdon, pero el ejemplo es terrible. La ley anticanina no es para perjudicar al no vidente sino para proteger a los clientes de bar del perro. Hay clientes que tienen alergia al perro y otro que simplemente no quieren la compania de un animal cuando estan en un bar. La ley anticanina es equivalente a la ley que prohibe fumar en lugares públicos. El perro es como fumar. Desde este punto de vista, todo el argumento cae como un castillo de naipes.
Perdon, pero el ejemplo es terrible. La ley anticanina no es para perjudicar al no vidente sino para proteger a los clientes de bar del perro. Hay clientes que tienen alergia al perro y otro que simplemente no quieren la compania de un animal cuando estan en un bar. La ley anticanina es equivalente a la ley que prohibe fumar en lugares públicos. El perro es como fumar. Desde este punto de vista, todo el argumento cae como un castillo de naipes.
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