viernes, 24 de abril de 2009

A propósito de Lula (otra vez) en Argentina

Crítica Digital

OPINIÓN
Un largo camino ascendente

Gabriel Puricelli (Co-coordinador del Programa de Política Internacional, Laboratorio de Políticas Públicas)

La relación entre la Argentina y Brasil ha mostrado una mejoría y un estrechamiento crecientes desde que ambos países recuperaron la democracia, hace un cuarto de siglo. Ese derrotero positivo no era el único camino posible. Por el contrario, fueron los gobiernos democráticos los que optaron por abandonar el camino que conducía a ambos países a ser el espejo sudamericano del enfrentamiento entre la India y Pakistán y por dedicarse pacientemente a desarrollar medidas de construcción de confianza (con la creación de un régimen de transparencia en materia de energía nuclear que es un ejemplo de no proliferación exitosa), que posibilitaron luego la creación del Mercosur junto a Uruguay y Paraguay.

El impulso inicial de Raúl Alfonsín y José Sarney se prolonga hoy en la construcción de la Unasur y no se perdió nunca del todo: por más que Carlos Menem buscaba relaciones carnales fuera de la región, bajo su presidencia se firmó el Tratado de Asunción, y por más que los industriales de San Pablo miraran con apetito mercados de ultramar, Fernando Henrique Cardoso no descuidó el vínculo con Buenos Aires. La llegada de Lula al poder, un convencido de la unión sudamericana más allá de la retórica, hizo definitivamente más empinada una pendiente que ya era positiva.

La crisis global, bien mirada, puede ser la oportunidad para que esa voz diga lo que fue indecible bajo el imperio del neoliberalismo y señale una salida de desarrollo con justicia social.


miércoles, 22 de abril de 2009

lunes, 20 de abril de 2009

Cuando la falta de consenso no es igual a fracaso...

Crítica Digital






20.04.2009


Un round de estudio
por Gabriel Puricelli *

El simple hecho de que, terminada la cumbre de Trinidad y Tobago, se hable de organizar una próxima, contrariamente a la noción que daba a estos encuentros por terminados, es el primer elemento por destacar. Fue la primera cumbre posterior al entierro marplatense del ALCA y, por lo tanto, de un significante en busca de un significado. Y éste fue provisto por unos líderes abiertos al “nuevo comienzo” propuesto por los EE.UU. Sin sobrestimar la importancia del evento (después de todo, no fue capaz de adoptar una declaración final), se trató de un round de estudio con el nuevo gobierno estadounidense que sirvió para reiniciar un diálogo en el que caben los disensos y en el que la potencia aún excluyente en el hemisferio (y en el mundo) se aviene a poner en escena una relación de “iguales” entre países soberanos.

El tramo que va de los gestos a los hechos había empezado a ser desandado con la adopción de medidas de relajamiento del bloqueo a Cuba, que fueron, sin duda, un gesto hacia América Latina, un esfuerzo por restablecer la credibilidad que empezó a rendir frutos.

Cuanto más se pueda avanzar, dependerá de la evaluación de costos y beneficios domésticos que haga Obama, de la voluntad de la burocracia diplomática, militar y de inteligencia de los EE.UU. en caminar en una nueva dirección y de la creatividad de los demás países para replantear sus relaciones con un hegemón dialogante y (muy) lentamente declinante.

* (Co-coordinador, Programa de Política Internacional, Laboratorio de Políticas Públicas)