por Gabriel Puricelli
Viernes 20 de abril de 2012
El breve texto que sigue fue publicado en Las 12, suplemento de Página/12, acompañando la gran crónica de Luciana Peker sobre Fatma El Medi Asma, la presidenta de la Unión Nacional de Mujeres Saharaui.
El pueblo saharaui vive atrapado en un pliegue del tiempo. Llegó tarde al proceso de descolonización y un acuerdo tripartito sancionó la entrega de su territorio por el colonizador español a Marruecos y Mauritania. Una semana antes de la muerte de Francisco Franco, los colonizadores pactaban retirarse a cambio de que marroquíes y mauritanos dejaran que sus pesqueros siguieran depredando las costas de lo que hace décadas debería ser la República Árabe Saharaui Democrática.
A diferencia de Portugal, cuyos oficiales enviados como pretores se sublevaron contra el salazarismo y se empeñaron en devolverle a los africanos lo que era suyo, al mismo tiempo que apuntaban sus fusiles cargados de claveles contra la dictadura en Lisboa, el tardofraquismo quiso asegurarse la continuidad de la rapiña, haciendo como que aceptaba el proceso de descolonización decidido por las Naciones Unidas.
Sin embargo, fue la monarquía marroquí la que sacó provecho de la situación, organizando la Marcha Verde de ocupación del territorio colonial y cumpliendo menos que a medias su pacto con el falangismo, apenas éste fue reemplazado por la democracia. A Mauritania le bastaron tres años para darse cuenta de que poco ganaba controlando un pedazo de desierto y negando a un pueblo poco numeroso y sufrido el derecho a su propio territorio: se retiró en 1979 y el rey de Rabat inmediatamente se apropió de ese pedazo para su sueño de Gran Marruecos.
En casi cuatro décadas, todas las iniciativas de Naciones Unidas para completar la descolonización del Sahara Occidental han sido rechazadas y resistidas por Marruecos, que ha impedido la realización del referéndum promovido por la ONU desde 1991, aún después de que la misma ONU confeccionara el padrón para el mismo, en 1999. El gobierno de la República Árabe Saharaui Democrática, establecido por el Frente Popular para la Liberación de Saguia el-Hamra y Río de Oro (POLISARIO), representativo de la mayoría de la población autóctona y respaldado por Argelia, es la expresión política de una nación sin estado que tiene que resistir una política marroquí apoyada en dos pilares: la represión y la promoción de la emigración de sus ciudadanos hacia el antiguo territorio colonial. Todo el tiempo ganado por la monarquía es tiempo ganado para inclinar la balanza demográfica y generar condiciones para negarle definitivamente a los saharauis el derecho a ser un estado-nación.
El proyecto de Gran Marruecos ha significado una denegación masiva e indiscriminada de derechos y condenado a una entera población humana a una vida en campos de refugiados, que llevan tanto tiempo allí que una parte de la comunidad internacional lo ha olvidado, cuando no naturalizado.
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