Infelices Pascuas
Por Ernesto Semán
(Publicado en Página/12 del lunes 15 de diciembre)
El Gobierno decidió celebrar los 25 años de democracia integrando al oficialismo a uno de los pocos militares que lideró un intento por desestabilizarla. La llegada de Aldo Rico a la dirigencia del peronismo presidido por Néstor Kirchner es políticamente infame, eso es algo que hasta los mismos ejecutores pueden haber visto y decidido pasar por alto en nombre de la responsabilidad mínima de conservar el poder que le cabe a un gobernante. Lo que parecen no haber percibido es que, además, es el camino más rápido para la licuación política.
La política de derechos humanos desarrollada desde el 2003, irreprochable desde casi cualquier punto de vista y destinada a revertir muchas de las conquistas que Rico obtuvo mediante la presión militar, consolidó una relación entre instituciones y sociedad civil iniciada en el ’83 que difícilmente pueda ponerse en riesgo. La fortaleza del Gobierno, en cambio, aparece mucho más expuesta a los desarreglos de una decisión así.
En el mejor de los casos, el Gobierno supone que la integración de Rico es algo desagradable pero que le garantiza al PJ una buena performance en el distrito más importante del país. La candidez de la última parte del razonamiento es tan grande que opaca la repugnancia de la primera. Lo que el ex carapintada suma es, en el mejor de los casos, una enorme cantidad de votos en la provincia de Buenos Aires. Lo que le resta al Gobierno es una, o alguna, base de sustento: desde ahora, la probable candidatura de Kirchner deberá navegar entre un sector que se aleja, otro que está descontento, y otro que recién llega a su lado con la idea fija de sacárselo de encima.
Reacomodamientos de este tipo se justifican en la línea de "a nosotros nos importan los derechos humanos, pero con los derechos humanos no ganás el conurbano". En general, la frase va acompañada de un "mirá a lo que me animo", que supone que todo espacio se obtiene a costa de una cuota de autohumillación, y que ese descenso a la impureza es un ritual de ingreso al verdadero mundo del poder, algo así como "si no estás dispuesto a estas cosas, es porque no entendés".
El mayor problema de ese argumento es su endeblez analítica y su total falta de evidencia y practicidad. El mayor problema, es que esconde mal y poco una realidad contraria a la que describe: lo que se presenta como un gesto de autoridad no es más que una muestra de debilidad; lo que se muestra con una estética del rigor encubre la fragilidad del retroceso; lo que se supone que es un gesto de audacia evidencia la reincidencia en una larguísima tradición de chancletear hacia la derecha en tiempos de crisis.
Durante la Semana Santa de 1987, Aldo Rico lideró un acuartelamiento militar, presionando al gobierno de Raúl Alfonsín para que pusiera límites en el tiempo y el alcance a los juicios contra los militares acusados de violaciones a los derechos humanos. Con la dictadura a sólo cuatro años de distancia, el gobierno percibió el levantamiento (hoy la mayoría parece coincidir que equivocadamente) como una amenaza de primer orden, y en muy poco tiempo concedió las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Miles de militares acusados de torturas y asesinatos durante la última dictadura le deben al flamante miembro del oficialismo sus años de libertad.
Desde 2003, el gobierno de Kirchner puso en marcha una variada gama de acciones para dejar sin efecto aquellas leyes obtenidas por Rico y que por tanto los militares que estaban impunemente libres fueran a la Justicia. Que incluso miembros del Gobierno compartan desde hoy la condición de oficialistas con aquel que garantizó la libertad para quienes fueron sus torturadores no sólo le agrega infamia a la desdicha, sino que exhibe la mélange de la que el oficialismo supone obtener una fortaleza. A partir de ahora, al Gobierno le va a costar volver a ironizar sobre la cadencia claudicante del "felices pascuas" después de sumar a quien lideró la sublevación de Semana Santa. Sólo Aldo Rico puede darse ese lujo sin quedar preso de una contradicción.
¿Qué estrechez de miras puede llevar a alguien a no ver algo que parece tan obvio? Una posibilidad es subestimar la importancia de la política de derechos humanos en la base de la legitimidad del Gobierno, apoyándose en el sentido común que indica que la economía garantiza cosas que la justicia no. La larga experiencia argentina demuestra lo contrario: es sólo con una fuerte legitimidad política que se puede capitalizar la bonanza económica o capear el temporal de crisis. Si alguien en el Gobierno se apoya en una encuesta para suponer que esa legitimidad está lejos de los derechos humanos, se olvida de la máxima implícita en el kirchnerismo: la construcción constante de enemigos es lo que le da identidad y potencia al propio movimiento. Es probable que pocos voten a un candidato bonaerense por su política de derechos humanos, pero es seguro que pueden dejar de votarlo por su pérdida de horizonte y su manifiesta debilidad. Desde 2003, el kircherismo reinstaló en la sociedad ideas muy fuertes y rígidas sobre su identidad y la del resto de los actores políticos. Hacer la prueba para ver si tirando de los derechos humanos se deshace un tejido mucho más amplio de asociaciones y sentidos no parece ser el ejercicio más feliz.
Otra posibilidad es suponer que, en cualquier momento, un partido puede cambiar su base de sustento a voluntad, reemplazando ideas como piezas de un rompecabezas. El último que tuvo esa creencia de forma cabal fue Fernando de la Rúa.
Otra posibilidad, finalmente, es suponer que Rico es sobre todo un referente del PJ, y que en todo eso lo que se juega es encontrar aliados confiables. Algo de eso podría intuirse en la sumaria explicación de Carlos Kunkel, que consideró natural el apoyo a Rico como jefe del PJ de San Miguel si se trataba de enfrentar a candidatos apoyados por Alberto Fernández o Felipe Solá (!). El fin de cualquier potencial alianza transversal y la necesidad obvia de tener una –alguna– base de sustento, explican el regreso triste del kirchnerismo a una casa que le es profundamente hostil. Pero cualquiera que asome la nariz por arriba de esa mira tan baja sabrá que los Kirchner no sólo se repliegan en un PJ en el que jamás estuvieron a gusto, sino que se están construyendo el peor PJ posible para que lo acoja.
* Sociólogo.
4 comentarios:
Realmente semejante noticia me cayó pésimamente. Quién va a dar al oficialismo el más mínimo apoyo ahora? Con qué sustento podrá decir que los dirigentes rurales representan el golpismo y que el PJ no?
Y van a echarse atrás con la anulación de las leyes de impunidad?
Muchas personas seguiremos apoyando al kirchnerismo con Rico o sin Rico, Mordi.
El análisis de Semán es certero, qué duda cabe.
Pero no hay fuerza política que no haya traicionado sus banderas en pos de concertaciones y tranversalidades en un tiempo de no partidos ni ideologías. Así es la construcción política de hoy, y a joderse.
La política la hace la dirigencia? La gente -esa que vota a Rico y a Macri- no juega?
Del mismo modo en que es cínico e injusto achacarle a Alfonsín el ¨felices pascuas¨y el Olivos, desconociendo -o haciendo como que se desconoce, que es peor aún- la necesidad de pactos sociales, no hay lugar para hacernos los principistas y achacarle a K las alianzas que fueran necesarias para consolidar un proyecto traicionado, por ejemplo, por Felipe Solá.
No me da más ternura Solá que Rico.
Si el MST presta sus banderas a la Rural, si la causa de los ¨pequeños productores¨ recibió el apoyo de la clase media pensante, muchos seguiremos cerrando filas alrededor de una Presidenta que sigue siendo lo mejor que tuvimos en los últimos tiempos.
Si nos equivocamos, Dios y la Patria no los demandarán, como cuando apoyamos a la Alianza, votando a un atorrante que no dista mucho de Aldo Rico.
Querida Emeygriega,
desdde luego que el atorrante al que te referís es diferente de Rico. Nunca intentó dar un golpe de Estado. Fue electo varias veces para varios cargos políticos. Como presidente fue muy malo y seguramente sea responsable de muchas cosas negativas y quizás sea hallado culpable de algunos delitos. Sin embargo no se alzó en armas para defender al terrorismo de Estado.
Yo no apoyo ni a los "pequeños productores" ni al mst ni soy principista. Sí estoy de acuerdo con que haya que apoyar algunas políticas de este gobierno. Creo que ganar una interna en un municipio no justifica meter a tipos como Rico. Esto lo digo a favor de la preesidenta y de su espacio político. Rico sumará un par de votos en San Miguel y restará muchos votos y apoyos importantes en todos los demás lugares.
La gente que apoya a Rico y Macri claro que juega (aunque no sé si hace la política, sí creo que participe de ella). Pero, esa gente juega en el mismo proyecto que la Presidenta? Eso no lo creo. Mi temor es, justamente, que el hecho de traer a estos ejemplares termine trayendo a los que quieren a Macri, Carrió, etc. y alejando a los que quieren sinceramente un gobierno popular.
Entiendo tu posición y tu malestar por Rico, que comparto.
Pero Cristina no necesita el apoyo de los progres porque ya lo tiene perdido. Esa gente ya la detesta desde antes de la 125. Los destinos del país lo rige la provincia de Buenos Aires y por supuesto que los votos de San Miguel son más importantes que los de Palermo.
Respecto de De la Rúa, me parece el bicho más indigno y traicionero que haya tenido la historia argentina y su gobierno se llevó puesta a mucha gente utilizando un terrorismo menos soez pero igualmente condenable.
En fin, Mordi. Los dirigentes rurales tienen su público (Vilma Ripoll, por ejemplo) y Cristina Fernandez el suyo: el que valora las políticas que ha implementado en 12 meses de gestión, para sorpresa y esperanza de quienes ni siquiera la votamos. Los organismos están con ella y por algo será.
Probablemente todos nos estemos equivocando, no lo descarto.
Te saludo a vos, a Gabriel, y esperemos un 2009 con más discusión. Es lo mejor que nos puede pasar.
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