Malvinas: británicos sin unanimidad ante el status quo
Miércoles 21 de marzo de 2011
Por Gabriel Puricelli*
Después del módico revuelo que causó la “encuesta” del matutino The Daily Telegraph, en la que el 57% de quienes respondían en la página web del diario londinense se inclinaba por “devolver las Malvinas a la Argentina”, los resultados del estudio realizado por la consultora ICM para The Guardian, publicados ayer, pueden resultar anticlimáticos. Más aún, mientras esto se escribe, las respuestas favorables a la postura rioplatense alcanzan a casi dos tercios de quienes tildan su respuesta en el sitio del Telegraph. ¿La diferencia? La muestra elegida por ICM tiene validez metodológica y es representativa del universo de los británicos adultos, mientras la otra sólo puede calificarse con comillas.
La toma de pulso sociológica de ICM/The Guardian pinta un cuadro poco sorprendente: 61% de quienes responden consideran que "Gran Bretaña debería proteger las Malvinas mientras los isleños deseen esa protección, sin importar el costo", mientras que 32% creen que Londres "debe estar preparada para negociar con Argentina acerca de una eventual entrega" de las islas. Parecería bastar con decir que se trata de una situación esperable, pero tanto los resultados agregados, como los discriminados por género, edad o nacionalidad (ingleses, galeses, escoceses, norirlandeses) de los encuestados, brinda mucho material para pensar la política argentina.
En primer lugar, esta “foto” es captada en medio de un ambiente donde el nacionalismo está maximizado por una serie de factores: la presencia de un Primer Ministro conservador en Downing Street, la cercanía de un aniversario significativo y la necesidad del gobierno de David Cameron de ofrecer un gran espectáculo de fuegos artificiales para tapar la gritería del lobby británico de defensa, que aúlla de dolor (si fingido o real, no es materia de esta nota) por el ajuste fiscal.
Así y todo, un tercio del electorado británico se muestra dispuesto a deshacerse eventualmente del lejano archipiélago. Como era de esperar, el entusiasmo por defender el dominio británico de las islas se debilita entre las naciones minoritarias del Reino Unido. En el caso de los galeses, ni siquiera es mayoritario. En el corte por adscripción partidaria, hay cuatro conservadores que apoyan el status quo por cada uno dispuesto a verlo cambiar, mientras que entre votantes laboristas y liberal-demócratas las minorías (46% y 40%) que aceptarían que se negocie un traspaso de las islas a la soberanía argentina son muy grandes. Al distinguir entre hombres y mujeres, aquellos se decantan con más fuerza que éstas por dejar las cosas como están, pero sin que un abismo separe a los dos géneros.
Un dato que sí se destaca (aunque, bien pensado, pudiera ser también esperable) es que entre los británicos nacidos después de 1988 un 49% se ve negociando con Argentina, mientras que sólo el 39% se aferra al actual estado de cosas.
Una política argentina estratégicamente inteligente debería prestarle mucha atención a este diagnóstico de la opinión pública en el Reino Unido. Es evidente que hay un terreno fértil para que se escuchen los argumentos de Buenos Aires y aparecen fuertes indicios de que la demografía puede estar jugando tan a favor del caso argentino como ya lo hace en el plano geopolítico la declinación del poderío británico. Por cierto que Argentina debe meditar mucho más de lo que parece haberlo hecho hasta ahora qué es lo que se propone sembrar y preguntarse si la retórica a la que está más acostumbrada es la que con más eficacia puede actuar ante las condiciones propicias que ofrece la opinión pública democrática británica.
Parece evidente que el interés nacional argentino se verá fortalecido cuanto más se estrechen (en un marco donde por ahora sólo se puede estar de acuerdo en no estar de acuerdo) los vínculos bilaterales entre sectores dinámicos tanto de la política, como de la sociedad civil, con gran énfasis entre los que se puedan dar entre organizaciones juveniles. Como en toda diplomacia moderna, una cancillería que se expresa con claridad, no puede prescindir de la acción de actores no estatales para hacer avanzar su “caso” por la vía excluyente elegida por la Argentina democrática, que es la de la paz.
Miércoles 21 de marzo de 2011
Por Gabriel Puricelli*
Después del módico revuelo que causó la “encuesta” del matutino The Daily Telegraph, en la que el 57% de quienes respondían en la página web del diario londinense se inclinaba por “devolver las Malvinas a la Argentina”, los resultados del estudio realizado por la consultora ICM para The Guardian, publicados ayer, pueden resultar anticlimáticos. Más aún, mientras esto se escribe, las respuestas favorables a la postura rioplatense alcanzan a casi dos tercios de quienes tildan su respuesta en el sitio del Telegraph. ¿La diferencia? La muestra elegida por ICM tiene validez metodológica y es representativa del universo de los británicos adultos, mientras la otra sólo puede calificarse con comillas.
La toma de pulso sociológica de ICM/The Guardian pinta un cuadro poco sorprendente: 61% de quienes responden consideran que "Gran Bretaña debería proteger las Malvinas mientras los isleños deseen esa protección, sin importar el costo", mientras que 32% creen que Londres "debe estar preparada para negociar con Argentina acerca de una eventual entrega" de las islas. Parecería bastar con decir que se trata de una situación esperable, pero tanto los resultados agregados, como los discriminados por género, edad o nacionalidad (ingleses, galeses, escoceses, norirlandeses) de los encuestados, brinda mucho material para pensar la política argentina.
En primer lugar, esta “foto” es captada en medio de un ambiente donde el nacionalismo está maximizado por una serie de factores: la presencia de un Primer Ministro conservador en Downing Street, la cercanía de un aniversario significativo y la necesidad del gobierno de David Cameron de ofrecer un gran espectáculo de fuegos artificiales para tapar la gritería del lobby británico de defensa, que aúlla de dolor (si fingido o real, no es materia de esta nota) por el ajuste fiscal.
Así y todo, un tercio del electorado británico se muestra dispuesto a deshacerse eventualmente del lejano archipiélago. Como era de esperar, el entusiasmo por defender el dominio británico de las islas se debilita entre las naciones minoritarias del Reino Unido. En el caso de los galeses, ni siquiera es mayoritario. En el corte por adscripción partidaria, hay cuatro conservadores que apoyan el status quo por cada uno dispuesto a verlo cambiar, mientras que entre votantes laboristas y liberal-demócratas las minorías (46% y 40%) que aceptarían que se negocie un traspaso de las islas a la soberanía argentina son muy grandes. Al distinguir entre hombres y mujeres, aquellos se decantan con más fuerza que éstas por dejar las cosas como están, pero sin que un abismo separe a los dos géneros.
Un dato que sí se destaca (aunque, bien pensado, pudiera ser también esperable) es que entre los británicos nacidos después de 1988 un 49% se ve negociando con Argentina, mientras que sólo el 39% se aferra al actual estado de cosas.
Una política argentina estratégicamente inteligente debería prestarle mucha atención a este diagnóstico de la opinión pública en el Reino Unido. Es evidente que hay un terreno fértil para que se escuchen los argumentos de Buenos Aires y aparecen fuertes indicios de que la demografía puede estar jugando tan a favor del caso argentino como ya lo hace en el plano geopolítico la declinación del poderío británico. Por cierto que Argentina debe meditar mucho más de lo que parece haberlo hecho hasta ahora qué es lo que se propone sembrar y preguntarse si la retórica a la que está más acostumbrada es la que con más eficacia puede actuar ante las condiciones propicias que ofrece la opinión pública democrática británica.
Parece evidente que el interés nacional argentino se verá fortalecido cuanto más se estrechen (en un marco donde por ahora sólo se puede estar de acuerdo en no estar de acuerdo) los vínculos bilaterales entre sectores dinámicos tanto de la política, como de la sociedad civil, con gran énfasis entre los que se puedan dar entre organizaciones juveniles. Como en toda diplomacia moderna, una cancillería que se expresa con claridad, no puede prescindir de la acción de actores no estatales para hacer avanzar su “caso” por la vía excluyente elegida por la Argentina democrática, que es la de la paz.