por Gabriel Puricelli
Con la reelección presidencial descontada, lo más interesante de la elección de ayer es el orden en que se sucedieron los otros partidos y las consecuencias para el sistema político que puede tener el mapa que éstos dibujan. Sin abusar del concepto, podemos encuadrar en la categoría de sorpresa aquellos desempeños que resultaron distintos de los de las ya decisivas primarias del 14 de agosto.
El FAP saltando al segundo puesto es el hecho más destacable. Con ese resultado, es la segunda vez en la historia argentina que la izquierda democrática alcanza esa posición y lo hace (a diferencia de 1995 con el FREPASO) con un candidato ajeno a los dos partidos que han alcanzado el poder en Argentina por medios democráticos. Hermes Binner tiene el campo despejado para ser el jefe de una oposición en una tensión creativa con el gobierno peronista, visto el modo en que se posicionaron sus legisladores frente al gobierno que llega a su fin.
El descenso del ex-presidente designado Eduardo Duhalde al quinto lugar es una eyección violenta de la discusión por el poder. Sella, seguramente, el fin del peronismo disidente como proyecto autónomo y preanuncia su reabsorción por el PJ oficial, como ya sucedió con Felipe Solá y hasta con Mario Das Neves.
Para la UCR, la elección se inscribe en su trayectoria declinante como partido nacional viable. Es elocuente que en la calle Alsina estén casi satisfechos con no haber tenido una sorpresa desagradable: el resultado fue igual de malo, pero no peor, que el de agosto.
miércoles, 26 de octubre de 2011
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