lunes, 1 de agosto de 2011

Endeudáme y llamáme Marta


La cicuta republicana y las finanzas globales
Domingo 31 de julio de 2011
por Gabriel Puricelli

La crisis que mantiene al gobierno de los EE.UU. al borde del default no sólo tiene implicancias domésticas de consecuencias difíciles de calcular para el país, sino que pone en juego la vara que se usa para medir el riesgo crediticio de la entera economía mundial.

En lo doméstico, en el umbral de un agravamiento de la depresión que afronta la economía estadounidense, está en acto la implosión del principio de consenso que siempre permitió a demócratas y republicanos llegar a acuerdos (desde hace 30 años, más digeribles para los últimos que para los primeros), así fuera a último momento. Ello se debe, principalmente, a la irrupción de la derecha “revolucionaria” del Tea Party, pero también al hecho de que la pérdida de bancas sufridas por los demócratas en las elecciones de 2010, dejaron a su bancada de representantes más escorada hacia el progresismo (o lo que en ese país se entiende por tal). En un escenario de depresión, los republicanos pretenden forzar la adopción de medidas contractivas que pueden provocar una espiral descendente en una economía que tiene otras opciones al alcance de la mano.

La cesación de pagos con la que amenazan es el fruto de una intoxicación ideológica y también el precio que los sectores más reaccionarios quieren hacerle pagar a un presidente de quien recelan su etnicidad y un izquierdismo que nunca ha sido probado. Paul Krugman se indigna en la última entrada de su blog de que la voz del ex-presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan siga siendo escuchada, a pesar de cargar con la responsabilidad de haber creado las condiciones para la crisis y para dificultar la salida de ella.

La posible cesación de pagos pone también en cuestión el entero sistema de calificación de riesgo en el que se apoya el sistema financiero mundial, cuya escala se apoya en considerar exentos de todo riesgo a los bonos del tesoro estadounidense: carecer de ese punto de apoyo podría parecerse a obligar a la matemática a prescindir del cero. La calificación de riesgo es, por otra parte, una actividad que está enteramente en manos privadas y produce estimaciones que los estados (a través de sus autoridades monetarias) aceptan a libro cerrado a la hora de regular el funcionamiento de los bancos. Aun si los EE.UU. optaran por tomar voluntariamente la cicuta contractiva, deberíamos esperar de otros actores del sistema internacional (incluido nuestro país) un arrebato de sensatez que le dé al sistema financiero global un punto de referencia que sea definido por los estados democráticos y sea consistente con metas de bienestar social para la ciudadanía global.



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