RA, inesperado para los desprevenidos
por Gabriel Puricelli*
Miradas al Sur
Domingo 13 de junio de 2010
Sólo los observadores poco atentos se han mostrado sorprendidos por el triunfo de Ricardo Alfonsín en la UCR bonaerense. El nuevo líder empezó su paciente camino hacia la victoria hace muchos años y había obtenido resultados cada vez mejores en sucesivas elecciones internas. Los viejos tigres de la coordinadora, vueltos lugartenientes del vicepresidente opositor, no podían ocultar a nadie que eran de papel: Leopoldo Moreau con su 2% de 2003 y Federico Storani, después de sufrir con la escisión del GEN la pérdida del 90% de lo que fue su activo histórico.
Los radicales, al votar, volvieron a ratificar que a los partidos tradicionales en Argentina, con todas las inconsecuencias que se les pueden justamente achacar, es difícil extirparles el alma popular que los hace instrumentos poco confiables para la derecha ideológica. Si en los planes de alguien estaba extenderle una alfombra roja a Julio Cobos luego de su paso fugaz por el Frente para la Victoria, ese alguien no tuvo en cuenta que el radicalismo ha luchado desde su origen con las dos almas que le dieron vida y que por más de tres décadas de su historia ha estado roto por no doblarse. Yrigoyenistas y antipersonalistas, abstencionistas y concordancistas, “del pueblo” e intransigentes compitieron entre sí en decenas de elecciones a lo largo de la intermitente vida democrática del siglo XX. Las escisiones se cuentan por decenas: por detrás ha estado siempre la misma tensión. Ello no quiere decir que toda interna radical alinee a sus protagonistas según esta falla geológica. Sí quiere decir que un partido atravesado por ella no será nunca un instrumento de precisión para defender intereses unívocos, sean éstos los de los sectores dominantes, sean los de los sectores subalternos. Es el sino de los partidos centristas y de los populismos invertebrados.
El triunfo del hijo de uno de los padres de la democracia pareció reordenar a un sector de la oposición en un eje que, más allá de la retórica, no quiere perforar el piso posneoliberal establecido después de 2003 sino subir el techo, tomando prestada una imagen con la que machaca Martín Sabbatella. Sin embargo, Cobos está lejos de estar nocáut y la tentación de jugar para la tribuna del mainstream mediático sigue estando muy presente entre algunos radicales, incluso seguidores de Alfonsín, como Gerardo Morales. También hay que sumar el factor Carrió, con su permanente cruzada por sacar el gorilismo del arcón donde lo encerrara Raúl Alfonsín en los ´80.
Cualquier pronóstico de cómo va a terminar esta interna sería una inducción poco fiable. Sí se puede decir que cuando el debate político se ubica en coordenadas como las actuales, las posiciones de derecha son difíciles de asumir para el alma popular de los partidos tradicionales. Quién sabe, con un pingüino o pingüina, Ricardo Alfonsín y Pino Solanas como opciones en 2011, alguien pueda ufanarse, como Lula ante la próxima elección, de que la competencia se dirime entre candidatos “de izquierda”.
* Miaradas al Sur eligió otro título, poco feliz en este caso.
domingo, 13 de junio de 2010
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