domingo, 8 de noviembre de 2009

Reforma política: comparar sin copiar



Miradas Al Sur
Domingo 8 de noviembre de 2009
El riesgo de traspolar otras experiencias
Por Gabriel Puricelli

Como un ciclista que sabe que debe mantener una velocidad mínima para seguir andando, el gobierno de Cristina Fernández viene enviando una andanada de proyectos de ley al Congreso de la Nación que lo mantienen al frente de la iniciativa política y de la fijación de agenda. Igual que si estuviera montado en dos ruedas, la velocidad con que transitan es la preocupación fundamental, aunque esto conspire contra la calidad conceptual de alguna iniciativa. Más aún, esta última consideración pasa a segundo plano cuando la sorpresa con que se presentan las iniciativas hace tambalear a los adversarios políticos, que penan en mantener su propio equilibrio.

A diferencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, tema sobre el cual todos los partidos habían presentado decenas de proyectos de sorprendente similitud a lo largo de los últimos 25 años, la reforma política es una cuestión en la que una multitud de proyectos de ley reflejan énfasis de lo más diversos y nociones de reglas de juego a veces contrapuestas. El ejercicio de encontrar mínimos comunes es, por lo tanto y si cabe, mucho más dificultoso. A ello se suma el hecho de que no se trata ya de ponerle un marco general al ejercicio de la libertad de expresión e información a través de los medios, sino de definir las reglas de la competencia democrática por el poder. Ni más ni menos que definir qué tipo de juego se va a jugar, en un sentido mucho más fundamental que el de decidir si la pelota va a ser redonda u ovalada: se trata de reformar aquello que define el modo en que los ciudadanos nos dotamos de un gobierno.

El proyecto del Ejecutivo hace una selección azarosa de puntos suscitados en proyectos de ley de parlamentarios de todos los partidos y (como muchos de éstos) invoca la comparación con legislaciones o tradiciones extranjeras. Al hacerlo, corre tanto riesgos (la transpolación, el injerto), como busca el provecho (lecciones aprendidas, soluciones a problemas comunes) que van asociados a este ejercicio.

Si distinguimos entre cuestiones que son comunes a todas las democracias contemporáneas y aquellas que son intrínsecas a una cultura política o propias de una coyuntura particular, vamos a encontrar que, respecto de las primeras, la legislación comparada nos va a sugerir soluciones aplicables; respecto de las segundas, tal vez nos diga cosas poco concluyentes.

Las cuestiones del financiamiento de los partidos y del acceso de los que compiten por el poder a los medios audiovisuales son problemas del último cuarto de siglo que se presentan de manera similar en todas las democracias. Respecto del primero de ellos, hay ejemplos de fracasos clamorosos que permiten que la democracia degenere en plutocracia (los EE.UU.) y ejemplos razonablemente exitosos como los de México y Chile, que el proyecto oficialista cita. Respecto del segundo, los EE.UU. vuelven a ser el pináculo de la desigualdad, mientras que hay buenas legislaciones a emular en nuestra región (Brasil y México) y en Europa (España, Francia y Gran Bretaña, entre las que menciona el gobierno; la ley par condicio de Italia, también a considerar).

Con igual seguridad, se puede decir que la alusión a los EE.UU. y a Uruguay para justificar la propuesta de internas abiertas, simultáneas y obligatorias, pasa por alto la absoluta disparidad de culturas políticas entre esos dos países y lo difícil que resulta encontrar analogías entre ninguna de ambas y la argentina. Más aún, si hay un aspecto que acomuna esas dos culturas políticas, es su estabilidad, sinónimo de perpetua continuidad en el país del norte y de lentitud y solidez de los cambios en la Banda Oriental. Pocos atributos están tan lejos de la fluidez que de la situación argentina. Sin que ello invalide per se la pertinencia del sistema, hay que subrayar que éste y otros aspectos de la propuesta (en particular, el endurecimiento de los requisitos para el reconocimiento de los partidos) demuestran los límites del enfoque comparado y muestran la hilacha de cierto cálculo de corto plazo que ignora las placas tectónicas en movimiento en la profundidad de la Argentina política. Sin acordar el perfil del sistema deseado para la Argentina, las comparaciones pueden terminar siendo un ornamento.

1 comentario:

Mordi dijo...

¿Tenés el texto del proyecto oficial?

¿En qué puntos resulta positivo y en cuáles resulta negativo?
Hasta ahora leo solamente opiniones, pero sin un análisis sobre las cuestiones de fondo.
Me parece muy bueno, por ejemplo, que se adopten las boletas únicas.
Acaso debería preverse que se cuenten los votos en blanco, como sucedía antes de 1995. ¿Hay algo sobre eso?
Un límite estricto al costo de la campaña es algo muy bueno, como sucede en muchos países. ¿Hay algo previsto sobre este tema?