lunes, 16 de noviembre de 2009

Más allá de las explicaciones Neustadt


Los distintos tonos de la izquierda

#950, noviembre-diciembre de 2009
Por Gabriel Puricelli

Empecemos por lo obvio: una región tan vasta como América Latina es inevitablemente diversa y sus sistemas políticos constituyen, cada uno, un mundo en sí mismo. Hay, sin embargo, fenómenos que la recorren al mismo tiempo y que tientan a más de un observador a verla como una entidad de pronto homogénea. Es cierto que la crisis de la deuda externa de inicios de los ’80 afectó desde México hasta la Tierra del Fuego. También es indiscutible que los años ’90 serán recordados como la década pérdida para el desarrollo latinoamericano. En ambos casos, se trató de la manifestación regional de una dinámica planetaria y no de sucesos originados exclusivamente en la casa de los americanos que hablamos español o portugués.

Ahora bien, no puede decirse lo mismo del actual predominio en la región de gobiernos nacionales orientados hacia la centroizquierda, empezando en el norte por El Salvador y terminando en América del Sur, donde hoy sólo el gobierno colombiano rechazaría esa etiqueta. Debería resultar obvio que las condiciones que llevan a los ex-guerrilleros del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional a derrotar electoralmente a la derecha salvadoreña poco tienen que ver con la crisis que en 2002 resulta en la adopción por el Partido Justicialista de una orientación política opuesta a la que tuvo entre 1989 y 1999. También es claro que cuando el peruano Alan García se dice progresista no está diciendo lo mismo que cuando lo dice su vecino ecuatoriano Rafael Correa. A pesar de esa evidencia, se nos proponen a menudo simplificaciones que atribuyen este estado de cosas regional a una fantasmagórica “oleada”, que nos dejó estos gobiernos, que pueden (por lo tanto) irse así como llegaron, a merced de un fenómeno meteorológico u oceanográfico. Otra simplificación en boga, que propone insistentemente Jorge Castañeda, ex-canciller mexicano, y que han popularizado comentaristas como Andrés Oppenheimer (que ve esta realidad desde esa ciudad latinoamericana sui generis que es Miami) es la de que se trata de un momento en el que se pueden distinguir nítidamente “buenos” y “malos”.

Al descartar la caricatura, lo que encontramos es una serie de gobiernos que lo que tienen sin duda en común es que pagan los platos rotos de la década en que predominaron los principios del neoliberalismo. Con la posible excepción de Perú (que parece contentarse con la recuperada legalidad constitucional después de la tiranía fujimorista, adoptando la agenda económica que ésta tuvo), se podría decir que esos gobiernos actúan con cierto grado de radicalidad allí donde una gran crisis ha arrasado con el sistema político preexistente (Venezuela, Ecuador, Bolivia), mientras que otros llevan sus ímpetus reformistas hasta donde las relaciones de fuerza se lo permiten. Entre éstos, podemos citar a una Michelle Bachelet atada por la herencia constitucional pinochetista, a un Lula y a un Fernando Lugo que no controlan sus parlamentos y a un Tabaré Vázquez que goza de gran fortaleza interna en un país que depende mucho del espacio que le den para desplegar sus fuerzas sus vecinos. Dos de los casos centroamericanos son demasiado recientes como para evaluar (El Salvador, con Mauricio Funes y Álvaro Colom en Guatemala), mientras que el tercero, el Daniel Ortega bis en Nicaragua, no está avanzando en la misma dirección que los sandinistas de la revolución, por lo que no cabe colocarlo en la columna de “centroizquierda”. Cristina Fernández y su predecesor en Argentina resultan un caso particular, ya que su agenda salpicada de políticas posneoliberales no es llevada a cabo (como en la mayoría de los otros casos) por un partido alternativo, sino por uno tradicional que decide adoptar una nueva agenda, como animal que cambia de piel.

Este es el panorama de la región que se encamina a decidir quiénes serán sus próximos gobernantes en casi todos los países en el período de dos años que inauguran con sus elecciones en 2009 Uruguay, Chile y Bolivia. Colores diversos en una paleta elegida por cada pueblo, será apasionante ver qué tonos de ésta predominarán a finales de 2011.

* Co-coordinador, Programa de Política Internacional, Laboratorio de Políticas Públicas (http://www.politicainternacional.net)

1 comentario:

Marmaduke/Eddie/Matt dijo...

Este comentario suyo, doctor Puricelli -y todo su blog también-, es muy interesante y constituye el soporte intelectual que yo buscaba para aprender más y profundizar mi interés en la política internacional y su relación con la América Latina. Soy un total aficionado sin formación en este campo, que me interesa muchísimo. Tengo un blog donde intento darles una idea a algunos blogueros amigos sobre como, aproximadamente, funciona el sistema político en USA, donde vivo -y milito en el Partido Demócrata- desde hace 20 años.
http://principeverde.blogspot.com
Voy a seguir permanentemente este blog suyo y el website del PPI. Como se usa ahora decir en Argentina, son "imperdibles".