"Miradas al Sur"
5 de julio de 2009
Oposición antikirchnerista: la batalla del calentamiento
por Gabriel Puricelli*
La historia de la guerra, sin ir más lejos, nuestra propia Guerra de la Independencia, contiene batallas que tienen en común el haber constituido derrotas para un bando poderoso, pero que difieren en cuanto al punto que ocupan en la trayectoria de los ejércitos que las sufrieron. Existió Cancha Rayada, que no hizo más que demorar el avance del ejército de San Martín hacia el Pacífico y la liberación de Chile y Perú. Y existieron Vilcapugio y Ayohuma, la seguidilla de caídas de los patriotas que sellaron el fin del Ejército del Norte, la recaptura del Alto Perú por los realistas y el retorno de Belgrano a Buenos Aires, con Dorrego apenas alcanzando a cubrir la retirada en Salta. Sin pretender -- de ninguna manera -- identificar a ganadores y perdedores de las elecciones de las elecciones del 28 de junio con realistas o patriotas, queda en manos de ambos bandos analizar qué tipo de derrota o de victoria les cupo y en función de eso, definir estrategias futuras.
Con memoria algo más corta, los resultados del domingo han sido comparados con los de las parlamentarias de 1987 y 1997, que sellaron los destinos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem. La comparación no sólo es perezosa en cuanto a lo poco dispuesta que se muestra a bucear en la historia, sino que desconoce el hecho de que las fuerzas que se enfrentaron en esas dos elecciones eran dos partidos propiamente tales en 1987 y dos coaliciones razonablemente estables, en 1997. Es decir, después de esas dos elecciones era posible imaginar que dos años después, la siguiente batalla sería entre los mismos actores. Sería arriesgado decir que las elecciones presidenciales de 2011 van a ser sencillamente un replay de las que acaban de pasar, porque éstas se superponen con el estado de fluidez, de viscosidad del sistema político en la que no hemos dejado de vivir desde la implosión de 2001.
Predecir en ese contexto el comportamiento de las fuerzas antikirchneristas, que han conseguido resultados que el oficialismo vive como una derrota, es un ejercicio incierto, tanto como lo son las fronteras entre el oficialismo peronista y la parte de la oposición que se autocalifica con el mismo potente y polisémico adjetivo. Hay que preguntarse entonces qué líneas de fractura atraviesan todo el escenario político y cómo esas fallas pueden reconfigurar a las fuerzas opositoras.
Empecemos por lo que parece más sencillo. El más claro ganador, en términos relativos, ha sido el panradicalismo, no sólo porque Acuerdo Cívico y Social y similares han alcanzado un volumen de 30% de los votos que lo proyecta como fuerza viable para una segunda vuelta presidencial, sino porque ha sido la fuerza que más eficazmente ha traducido los votos ganados en bancas. Hablamos aquí de panradicalismo no porque ignoremos la relevante presencia del Partido Socialista en este esquema en algunos distritos, sino porque la cosecha de bancas ha ido sólo a radicales y ex: el socialismo sólo obtuvo bancas allí donde podría haberlas obtenido solo. La ostentosa caída de Elisa Carrió, sólo amortiguada por el hecho de que logró aterrizar con lo justo en una mullida banca, y el contundente 2 a 1 obtenido por Cobos y la UCR en Mendoza, parecen allanar parcialmente el camino hacia la candidatura presidencial del vicepresidente opositor a su propio gobierno. Pero lo que importa en verdad en este cuadrante de la oposición es que el recurso al antiperonismo y el embanderamiento con los reclamos de las patronales agropecuarias dieron muy buenos resultados y proveen un libreto con el cual seguir insistiendo los próximos dos años. Hay pocos incentivos para que esa coalición de los casi-iguales cambie de rumbo o se astille antes de 2011.
El cuadrante en que se sitúa el peronismo antikirchnerista y sus compañeros de ruta de la derecha resulta más difícil de adivinar en su evolución futura. Ha logrado sin dudas su objetivo principal que es sancionar la declinación definitiva del liderazgo de Néstor Kirchner dentro de la galaxia justicialista, haciéndole perder por puntos la pelea de la provincia de Buenos Aires, que él mismo quiso pintar como plebiscito, con el efecto de transformarla, post facto, en un nocaut. En el cortísimo plazo, los triunfos de Unión-PRO en Buenos Aires y del Frente Santa Fe Federal de Carlos Reutemann, fortalecen la cohesión de ese espacio opositor y se benefician ya con los primeros borocotazos desde las bancas menguantes del Frente para la Victoria. Pero en el mediano plazo, se trata de un espacio que, al no estar en su totalidad al otro lado de la falla que separa peronismo de antiperonismo, puede tanto beneficiarse como perjudicarse por su vecindad con el oficialismo. Aun si su número de bancas tiende a crecer inmediatamente después de las elecciones, también es muy vulnerable a potenciales retornos al redil. Por otra parte, el liderazgo del sector no está en absoluto dirimido. El PS de Hermes Binner estuvo a punto de empujar al pasto al ex-piloto y Mauricio Macri vio su 60% de 2007 encoger a la mitad y estuvo cerca de sufrir el sorpasso de Pino Solanas: esos son los dos candidatos que emergen “fortalecidos” de las elecciones parlamentarias. Lo modesto de sus desempeños ha hecho crecer las aspiraciones de Felipe Solá, que pasó en horas del destierro dispuesto por De Narváez a aparecer en continuado en los programas políticos de TV insistiendo que aspira a la Casa Rosada. Ninguno de los referentes de ese espacio ha quedado fuera del ring, pero es difícil encontrar a alguno entre ellos con mayor capacidad de ser consistentemente obedecido.
Último, pero no menos, aparece Francisco De Narváez. Constitucionalmente impedido de ser candidato a presidente, por haber nacido fuera del país, el diputado re-electo no participa de la cacofonía de los presidenciables, sino que tiene su mirada puesta en la Casa de Gobierno de La Plata. A primera vista, se podría pensar que tiene el terreno allanado. Sin embargo, sería arriesgado asegurar que ya tiene ganada la confianza de los duhaldistas de su coalición. El activismo de Solá de estos días podría ser tenido por indicación de que no. La percepción de que el favorito de De Narváez para la presidencia es Macri, eriza la piel de los genéticamente peronistas, entre quienes hay muchos que podrían no tardar en perdonar la adhesión de Daniel Scioli al kirchnerismo. El despliegue de poderío financiero de De Narváez no sólo ha suscitado comentarios cándidos de Macri, sino el recelo de caudillos territoriales que desconfían de los poderes omnímodos y prefieren estructuras de poder más colegiales. Scioli, quien deberá transitar unos meses de penitencia, está lejos de ser un dirigente que no tenga posibilidades de retorno. Anclado en una visión de centroderecha que lo acomuna con el universo de Unión-PRO, su trayectoria más prolongada en el PJ lo puede hacer más digerible para muchos peronistas que acompañaron hasta ahora a De Narváez. El hecho de que el PJ se apreste a ser la sede en que se diriman las internas del antikirchnerismo refuerza la posibilidad de mezclas impensables hasta el 27 de junio.
No nos hemos ocupado aquí de las perspectivas de la oposición de izquierda democrática, ni de las implicancias de un kirchnerismo dejado parcialmente a la intemperie por el PJ, pero la evolución de la realidad de estos sectores tendrá también impacto (como ya lo ha tenido en las chances menguantes de Mauricio Macri) en cómo se reacomodan las cosas en el antikirchnerismo peronista y de derecha.
* Licenciado en Sociología (UBA) y analista político
jueves, 9 de julio de 2009
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1 comentario:
De Narváez recuperó en la post elección inmediata el traje y corbata que había abandonado durante el lapso conveniente para mostrarse “un tipo común”. Además, abusa del tono serio, que no era creíble antes de la campaña y sigue sin quedarle ahora. Michetti continúa con la guarangada de hablar, por ejemplo, de los impuestos en la provincia, de acuerdo a referentes como papá y mamá. ¡Santa oposición triunfadora!
Un gran signo para mí, que lo sigo por TV cual telenovela, es que Felipe Solá logró de algún modo colarse frente a las cámaras que durante toda la campaña lo mantuvieron proscripto. Se le nota en la cara que no va a pasar mucho tiempo más haciéndose el primo pobre con tres personajes /mauricio, gaby y francisco/ a los que claramente desprecia. Atraviesa esta humillación que le ha impuesto la vida (en plan “la política es así, tiene estos vaivenes”) con modos de caudillo en época adversa, con ese hablar de dientes apretados, esa carga de arrabal y esa cara de póker. Él y Scioli se llevarán mi atención en los meses por venir. También me intriga mucho Sergio Massa.
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