Aunque nuestro hombre esté en Nueva York, no está siempre allí el centro de la acción. Por el contrario, entre tanta crónica sobre lo muy importante que sucede en el tierras del otrora Imperio Otomano, se está perdiendo un poco de vista una batalla que se libra en el corazón del único imperio contemporáneo. Si alguno creyó que burguesía vs. trabajadores es una línea de falla que ya no explica nada, el análisis de este legionario de la avanzada sociológica argentina en EE.UU. le va a dar una sorpresa. De tanto mirar al "Middle East", a alguno se le está escapando el Midwest. Ver de nuevo a Warren Beatty en "Reds" puede completar el placer de esta lectura.
Por Ernesto Semán, Desde Nueva York
Domingo, 20 de febrero de 2011
Wisconsin, la pelea de fondo
Apenas quinientas tarjetas hechas por estudiantes y graduados de Madison para el Día de los Enamorados, con el lema "I ♥ UW. Governor Walker, Don't Break My ♥" (Amo a la Universidad de Wisconsin. Governador Walker, no me rompas el corazón), pusieron en marcha una de las movilizaciones gremiales más grande de los Estados Unidos en las últimas décadas. Por quinto día consecutivo, sindicatos y otras organizaciones sociales bloquearon ayer la ciudad de Madison, capital del estado, en oposición al severo proyecto de ley del gobernador republicano Scott Walker que, entre otras cosas, dejaría a los sindicatos de empleados públicos sin capacidad de negociar convenios colectivos de trabajo. Los manifestantes son algo así como el 20 por ciento de toda la población de Wisconsin y, aunque en franca minoría, anoche incluyeron también a varios miles de republicanos en apoyo a su gobernador. En medio de una intensa polarización política e ideológica, la discusión es seguida por todo Estados Unidos como una pelea que puede definir el futuro del poder sindical y su influencia en la distribución del ingreso en todo el país.
La reacción contra el proyecto conocido como "ley de reparación presupuestaria," no arrancó entre los empleados públicos sino en oposición a los recortes presupuestarios a la universidad. El fin de semana pasado, estudiantes, docentes y no docentes de la universidad de Wisconsin -donde en los '60 se registraron uno de los puntos más tempranos y sangrientos de las protestas contra la guerra de Vietnam-, repartieron en Madison las tarjetas de "Valentine Day" (Día de los enamorados) contra Walker. Apenas siete días después, la protesta ya involucra a más de 100 mil personas sólo en Wisconsin, tiene el apoyo de la totalidad de los sindicatos, va camino a convertirse en una de las movilizaciones gremiales más grandes de las últimas décadas, ha dejado al parlamento ocupado por los manifestantes durante cuatro días, involucró al Presidente Barack Obama y a la neoconservadora Sarah Palin, e implicó entre otras cosas la decisión de los diputados demócratas de huir del Estado de Wisconsin como recurso legal para dejar sin quorum al gobernador.
En lo central, el proyecto de Walker limita el poder de los sindicatos del sector público para discutir sólo salarios, dejando afuera beneficios adicionales y condiciones de trabajo. También impone un techo a las mejoras salariales basado en el índice de inflación, y aumenta las contribuciones para los fondos de pensión y de salud. Además, modificaría la vida gremial obligando a los sindicatos a revalidar sus conducciones todos los años.
Anoche, cerca de 70 mil personas acampaban de nuevo frente al capitolio local. Los diputados demócratas "en el exilio" amenazan con no volver al estado hasta que Walker se comprometa a negociar. Tienen a su favor las encuestas: dos tercios de la población se opone a la ley. Pero el gobernador cuenta a su favor haber sido electo recientemente en base a una plataforma conservadora que, si no explicitaba este paso, le daba todo su sustento.
La cruzada de Walker tiene menos que ver con los problemas fiscales de su estado que con las necesidades de validar su liderazgo en un estado recién recapturado para el lado republicano, y con proyectar su figura a nivel nacional al frente del movimiento de derecha que se consolidó en la elección de noviembre último. "Es hora de limitar el poder de los sindicatos, y en eso espero poder ser la fuente de inspiración para muchos otros," dijo ayer. Su proyecto es, en ese sentido, el ariete de una avanzada a nivel nacional, y la elección de Wisconsin como punto de partida es cualquier cosa menos casual. Si en algo coinciden el gobernador y los sindicatos es que si esta ley se aprueba en Madison, se abren las puertas para una formidable reducción del poder de los sindicatos y de su capacidad de incidencia en la distribución del ingreso a nivel nacional. De ahí que sindicatos y grupos conservadores de Ohio, Florida, Iowa, Maine o Nueva Jersey se involucren en la pelea.
"Si se aprueba en Wisconsin se puede aprobar en cualquier lado," repitió ayer Gerald W. McEntee, jefe del AFSCME, el sindicato de empleados públicos del estado. Lo mismo piensan los gobernadores republicanos. Y hay al menos tres fundamentos razones para esa expectativa. Una es que, al menos desde los '30, Wisconsin ha sido un estado donde los demócratas mantuvieron una cierta tradición progresista y una asociación sólida con los sindicatos que se tradujo en un dominio fuerte, aunque no permanente, sobre la política local. La aprobación de esta ley sería una derrota partidaria que se haría sentir en todo el país. A nivel laboral, la avanzada de Walker también implicaría quebrar el poder de uno de los sindicatos de empleados públicos más grande y poderosos de Estados Unidos, con 170 mil afiliados. El AFSCME fue creado en los '30 al calor del avance de la legislación laboral durante el New Deal. Y en 1959 se convirtió en el primero con capacidad de negociar convenios colectivos de trabajo.
Finalmente, con la vista en los números, queda claro que el proyecto es derivado del endurecimiento ideológico republicano más que de una urgencia económica de Wisconsin. El desempleo (7,5%) y el déficit proyectado (12,8 del presupuesto) no sólo están por debajo del promedio nacional sino que son optimistas comparados con los de otros estados. Que la convicción ideológica es el motor de esta pelea explica que más de un centenar de organizaciones vinculadas al Tea Party en todo el país hayan comenzado a movilizarse desde ayer en favor de la medida.
El lugar más complicado, una vez más, es el de Obama. Su oposición a Walker fue clara --"es un asalto contra los sindicatos," dijo-- pero aún no se tradujo en una movilización de recursos políticos a favor de la protesta. No es exagerado suponer que, además, sus últimos pasos también abonaron el campo para iniciativas como las de Wisconsin. Hace apenas diez días, envió al congreso un proyecto de presupuesto centrado en el recorte de gastos, con argumentos que, en muchos casos, se superponen con los de la oposición. La suerte, en ese sentido, no está del lado de los sindicatos. Ayer, mientras en Madison se producían las marchas más grandes a favor y en contra del gobernador, la cámara baja en Washington rearmó el proyecto de Obama y, con mayoría repúblicana, aprobó el recorte del gasto público más grande de la historia moderna de los Estados Unidos.
Si la pelea de los sindicatos contra Walker tiene carácter épico, entonces, también es porque tiene chances de convertirse en el hito que represente una derrota más de los sindicatos. Nada está definido, pero medios y analistas volvían anoche una y otra vez al recuerdo de la famosa huelga de controladores aereos que Ronald Reagan quebró en 1981. Desde entonces, el reajuste de la sociedad norteamericana cuenta en su iconografía huelgas masivas y prolongadas de los obreros de la carne en Minesota o de industriales en Illinois, cuyas derrotas jalonaron el retroceso del sector asalariado en la vida económica del país durante las últimas tres décadas.