domingo, 20 de febrero de 2011

From "Red Scare" to "Union Scare"


Aunque nuestro hombre esté en Nueva York, no está siempre allí el centro de la acción. Por el contrario, entre tanta crónica sobre lo muy importante que sucede en el tierras del otrora Imperio Otomano, se está perdiendo un poco de vista una batalla que se libra en el corazón del único imperio contemporáneo. Si alguno creyó que burguesía vs. trabajadores es una línea de falla que ya no explica nada, el análisis de este legionario de la avanzada sociológica argentina en EE.UU. le va a dar una sorpresa. De tanto mirar al "Middle East", a alguno se le está escapando el Midwest. Ver de nuevo a Warren Beatty en "Reds" puede completar el placer de esta lectura.

 
Domingo, 20 de febrero de 2011
Wisconsin, la pelea de fondo
Por Ernesto Semán, Desde Nueva York

Apenas quinientas tarjetas hechas por estudiantes y graduados de Madison para el Día de los Enamorados, con el lema "I ♥ UW. Governor Walker, Don't Break My ♥" (Amo a la Universidad de Wisconsin. Governador Walker, no me rompas el corazón), pusieron en marcha una de las movilizaciones gremiales más grande de los Estados Unidos en las últimas décadas. Por quinto día consecutivo, sindicatos y otras organizaciones sociales bloquearon ayer la ciudad de Madison, capital del estado, en oposición al severo proyecto de ley del gobernador republicano Scott Walker que, entre otras cosas, dejaría a los sindicatos de empleados públicos sin capacidad de negociar convenios colectivos de trabajo. Los manifestantes son algo así como el 20 por ciento de toda la población de Wisconsin y, aunque en franca minoría, anoche incluyeron también a varios miles de republicanos en apoyo a su gobernador. En medio de una intensa polarización política e ideológica, la discusión es seguida por todo Estados Unidos como una pelea que puede definir el futuro del poder sindical y su influencia en la distribución del ingreso en todo el país.

La reacción contra el proyecto conocido como "ley de reparación presupuestaria," no arrancó entre los empleados públicos sino en oposición a los recortes presupuestarios a la universidad. El fin de semana pasado, estudiantes, docentes y no docentes de la universidad de Wisconsin -donde en los '60 se registraron uno de los puntos más tempranos y sangrientos de las protestas contra la guerra de Vietnam-, repartieron en Madison las tarjetas de "Valentine Day" (Día de los enamorados) contra Walker. Apenas siete días después, la protesta ya involucra a más de 100 mil personas sólo en Wisconsin, tiene el apoyo de la totalidad de los sindicatos, va camino a convertirse en una de las movilizaciones gremiales más grandes de las últimas décadas, ha dejado al parlamento ocupado por los manifestantes durante cuatro días, involucró al Presidente Barack Obama y a la neoconservadora Sarah Palin, e implicó entre otras cosas la decisión de los diputados demócratas de huir del Estado de Wisconsin como recurso legal para dejar sin quorum al gobernador.

En lo central, el proyecto de Walker limita el poder de los sindicatos del sector público para discutir sólo salarios, dejando afuera beneficios adicionales y condiciones de trabajo. También impone un techo a las mejoras salariales basado en el índice de inflación, y aumenta las contribuciones para los fondos de pensión y de salud. Además, modificaría la vida gremial obligando a los sindicatos a revalidar sus conducciones todos los años.

Anoche, cerca de 70 mil personas acampaban de nuevo frente al capitolio local. Los diputados demócratas "en el exilio" amenazan con no volver al estado hasta que Walker se comprometa a negociar. Tienen a su favor las encuestas: dos tercios de la población se opone a la ley. Pero el gobernador cuenta a su favor haber sido electo recientemente en base a una plataforma conservadora que, si no explicitaba este paso, le daba todo su sustento.

La cruzada de Walker tiene menos que ver con los problemas fiscales de su estado que con las necesidades de validar su liderazgo en un estado recién recapturado para el lado republicano, y con proyectar su figura a nivel nacional al frente del movimiento de derecha que se consolidó en la elección de noviembre último. "Es hora de limitar el poder de los sindicatos, y en eso espero poder ser la fuente de inspiración para muchos otros," dijo ayer. Su proyecto es, en ese sentido, el ariete de una avanzada a nivel nacional, y la elección de Wisconsin como punto de partida es cualquier cosa menos casual. Si en algo coinciden el gobernador y los sindicatos es que si esta ley se aprueba en Madison, se abren las puertas para una formidable reducción del poder de los sindicatos y de su capacidad de incidencia en la distribución del ingreso a nivel nacional. De ahí que sindicatos y grupos conservadores de Ohio, Florida, Iowa, Maine o Nueva Jersey se involucren en la pelea.

"Si se aprueba en Wisconsin se puede aprobar en cualquier lado," repitió ayer Gerald W. McEntee, jefe del AFSCME, el sindicato de empleados públicos del estado. Lo mismo piensan los gobernadores republicanos. Y hay al menos tres fundamentos razones para esa expectativa. Una es que, al menos desde los '30, Wisconsin ha sido un estado donde los demócratas mantuvieron una cierta tradición progresista y una asociación sólida con los sindicatos que se tradujo en un dominio fuerte, aunque no permanente, sobre la política local. La aprobación de esta ley sería una derrota partidaria que se haría sentir en todo el país. A nivel laboral, la avanzada de Walker también implicaría quebrar el poder de uno de los sindicatos de empleados públicos más grande y poderosos de Estados Unidos, con 170 mil afiliados. El AFSCME fue creado en los '30 al calor del avance de la legislación laboral durante el New Deal. Y en 1959 se convirtió en el primero con capacidad de negociar convenios colectivos de trabajo.

Finalmente, con la vista en los números, queda claro que el proyecto es derivado del endurecimiento ideológico republicano más que de una urgencia económica de Wisconsin. El desempleo (7,5%) y el déficit proyectado (12,8 del presupuesto) no sólo están por debajo del promedio nacional sino que son optimistas comparados con los de otros estados. Que la convicción ideológica es el motor de esta pelea explica que más de un centenar de organizaciones vinculadas al Tea Party en todo el país hayan comenzado a movilizarse desde ayer en favor de la medida.

El lugar más complicado, una vez más, es el de Obama. Su oposición a Walker fue clara --"es un asalto contra los sindicatos," dijo-- pero aún no se tradujo en una movilización de recursos políticos a favor de la protesta. No es exagerado suponer que, además, sus últimos pasos también abonaron el campo para iniciativas como las de Wisconsin. Hace apenas diez días, envió al congreso un proyecto de presupuesto centrado en el recorte de gastos, con argumentos que, en muchos casos, se superponen con los de la oposición. La suerte, en ese sentido, no está del lado de los sindicatos. Ayer, mientras en Madison se producían las marchas más grandes a favor y en contra del gobernador, la cámara baja en Washington rearmó el proyecto de Obama y, con mayoría repúblicana, aprobó el recorte del gasto público más grande de la historia moderna de los Estados Unidos.

Si la pelea de los sindicatos contra Walker tiene carácter épico, entonces, también es porque tiene chances de convertirse en el hito que represente una derrota más de los sindicatos. Nada está definido, pero medios y analistas volvían anoche una y otra vez al recuerdo de la famosa huelga de controladores aereos que Ronald Reagan quebró en 1981. Desde entonces, el reajuste de la sociedad norteamericana cuenta en su iconografía huelgas masivas y prolongadas de los obreros de la carne en Minesota o de industriales en Illinois, cuyas derrotas jalonaron el retroceso del sector asalariado en la vida económica del país durante las últimas tres décadas.


miércoles, 16 de febrero de 2011

Ben Alí, Mubarak, ¿Berlusconi?


 
Miércoles, 16 de febrero de 2011
In fraganti
Por Gabriel Puricelli

“Déjenla ir, es la sobrina de Mubarak”. Hasta la excusa ofrecida por Silvio Berlusconi a la policía para que dejaran ir a la adolescente prostituida Karima “Ruby Robacorazones” el-Mahroug pasó su fecha de vencimiento. La caída del egipcio y, antes que él, la de ese buen amigo de los poderosos de Italia que era el tunecino Ben Alí, se repiten como imágenes ominosas dentro de la cabeza de un jefe de estado italiano que parece finalmente haber agotado los recursos para salirse con la suya, es decir, para mantener la ilusión forzada de que “lo Stato sono io”, parafraseando al rey francés. Es vertiginosa la sucesión de hechos que precedieron a esta citación judicial, que es nada menos que la séptima que pasa por debajo de su puerta, y que puede ser la gota que horade la dura piedra de que está hecho el hombre fundamental de las últimas dos décadas de la República Italiana.

La más reciente y contundente reacción a la violencia de estado ejercida contra mujeres y niñas había provenido de las decenas de plazas colmadas el fin de semana pasado por manifestantes convocadas (y convocados) por una amplia plataforma femenina que pedía no sólo la renuncia de un político, sino la restauración de la dignidad de un género maltratado en la persona de algunas víctimas y reducido imaginariamente al ejercicio de una profesión antiquísima por el macho jefe de manada.

La demoscopía también acaba de producir el primer análisis de opinión que da (¡finalmente!) como muy posible perdedor al polo berlusconiano si se realizaran elecciones. Ello parece haberle dado a la oposición el empujón favorable del que careció en diciembre cuando fracasó en retirarle la confianza parlamentaria al gobierno y a los aliados xenófobos del jefe de gobierno, la Liga Norte, el toque de diana de que no se alcanzará el federalismo egoísta que propugnan de la mano de un proxeneta pescado in fraganti. Ni el jefe de éstos, Umberto Bossi, ni el Ministro del Interior Roberto Maroni, que pasó parte del día de ayer en actividades públicas junto al premier tuvieron una sola palabra para decir.

Con la calle, las encuestas y el palacio encrespados, Berlusconi se encerró en un mutismo casi tan ominoso como el silencio de sus aliados, hasta hace semanas prestísimos en la expresión de su solidaridad “incondicional”.

Pero no es sólo él quien tiene que mover ahora y en la oposición no parecen sobrar ideas nuevas respecto de cómo terminar con el estado de excepción permanente que significa la presencia del Cavaliere en la escena política. Los reformistas del Partido Democrático (PD) habían olido la sangre horas antes de la citación judicial y su líder Pierluigi Bersani había sorprendido con un reportaje al diario La Padania, de la Liga Norte, con una oferta de realizar juntos los cambios constitucionales hacia una Italia federal. La sorpresa no debería ser tanta: la deserción de los de Bossi provocó en 1994 la caída del primer gobierno berlusconiano y abrió el camino a un quinquenio de la centroizquierda. Más aún, la mano tendida por el PD tampoco sorprende en tanto se inscribe en una curiosa constante de los últimos meses: buscar cualquier coalición que le permita evitar aliarse con la novel Izquierda, Ecología y Libertad (SEL), la formación que con menos del 10% de intención de voto como partido atesora en su seno, sin embargo, al político más popular de Italia por estas horas, el presidente de la región de Apulia Nichi Vendola.

La citación a comparecer el 6 de abril ante un tribunal compuesto exclusivamente por (tres) mujeres juezas es de una justicia poética elocuente, pero ese símbolo solo no es suficiente para exorcizar a la democracia italiana de los demonios no de la pasión privada de un individuo extraviado, sino de los modos de gobernar y de las ideas políticas que gran parte de la sociedad cercada por su propio envejecimiento y sometida por su burguesía a las incertidumbres de la globalización ha elegido reiteradamente. El encierro identitario y el dejar hacer a empresarios como los que amenazan con llevarse la Fiat a algún lugar donde no se respeten los derechos humanos en el lugar de trabajo se han combinado en un cóctel que muchos italianos han aceptado beber y que no será exonerado simplemente con una eventual (la prudencia impide aquí decir posible) salida del Cavaliere. Las tácticas que imagina la oposición para cerrar este acto no parecen tener demasiado en cuenta eso. Lo cierto es que no se trata tan sólo de forzar la partida de Berlusconi, que tal vez termine siendo una herida autoinfligida por su propia amoralidad, sino de asegurarse de que, una vez que se haya ido, no haya quienes lo extrañen.


domingo, 6 de febrero de 2011

Debate, conversación democrática

Vivo, como nuestra democracia
por Gabriel Puricelli
Miradas al Sur, Año 3. Edición número 142
Domingo 6 de febero de 2011

La separación que frecuentemente se hace entre reflexión intelectual y práctica política es una de las operaciones más forzadas que se puedan concebir. Sólo basta detenerse a pensar lo que se escribe o se dice por un instante para comprender que la acción política comporta por definición una reflexión. Más aún, pocas acciones sociales son menos automáticas que la intervención consciente, programática en los asuntos colectivos que es la definición misma de la política. Es por eso que cuando se habla de intelectuales y política se nos sugiere imaginar dos instancias separadas y excluyentes, contraviniendo lo que se manifiesta en la materialidad de las relaciones sociales. Ello no obsta que se deba distinguir entre un tipo de intelectual, el político profesional, y otro, el que ejerce el trabajo intelectual desde otra profesión. Pero aún entre esos dos conjuntos separados, hay un vínculo inextricable: hasta el escritor que se pretende imposiblemente aséptico en materia política, termina proveyendo metáforas que se infiltran en el lenguaje político y muchas veces lo organizan.

Ahora bien, hay otros cortes artificiales que se nos proponen desde esa forma de la baja literatura que es (aunque no siempre) el periodismo. Por ejemplo, cuando los buscadores de esa quimera que son las tendencias inventan un ahora donde los intelectuales realmente se involucran en política y un antes donde permanecían ajenos. Cuando se traza esa raya temporal, estamos tan sólo asistiendo a la confesión involuntaria del periodista de que antes él (y no los intelectuales) estaba mirando otro canal o bien a la explicitación de una línea editorial que ahora se acuerda de quienes trabajan con las ideas.

Sin ninguna pretensión de exhaustividad, un inventario provisorio de la producción de los intelectuales no dedicados profesionalmente a la política nos indica que desde la época de la contestación al régimen dictatorial, una praxis de reflexión sistemática de aquellos ha acompañado sin cesar la experiencia nunca acabada de la construcción de la democracia. Revistas como Punto de Vista, Cuadernos del Sur, El Rodaballo, La Ciudad Futura, Utopías del Sur, la emblemática HUM® (en forma, sobre todo, de extensos reportajes), entre los que ya no están, las siempre vigentes Realidad Económica o Criterio, las más jóvenes El Ojo Mocho o Pampa, Crisis, en su enésima y bienvenida reencarnación, dan cuenta de esa continuidad. También lo hacen las páginas de opinión de Página/12, La Nación y Clarín, espacios éstos donde una cierta pluralidad muestra el vigor de esta tarea inevitable de la crítica, que es la que define el carácter democrático de la Argentina actual.

El pluralismo de esa crítica y las variables relaciones con la política profesional que ésta establece complican también la tarea de quienes todo pretenden clasificarlo en categorías que sólo atienden a su propia (neurótica e indigente) necesidad de que todo esté ordenado en anaqueles mentales tan fijos como llenos de polvo. Porque lo cierto es que el vigor del debate actual brinda todos los días espacio a un Horacio González para ser tanto defensor de una estrategia política de la que forma parte, como para colocarse en el borde de la herejía con preguntas que incomodan a sus propios compañeros de ruta. También permite que una Beatriz Sarlo que no está dispuesta a hacer concesiones en el rigor de sus señalamientos a aquella misma estrategia, pinte la más hagiográfica pintura de Néstor Kirchner conocida desde su muerte.

Se trata de un momento vocinglero en el cruce entre la política profesional y la reflexión sobre ésta, pero éste expresa la continuidad de un debate democrático en el que hay que sumergirse con espíritu de batalla y sin preconceptos: las enseñanzas vienen de los lugares más inesperados y sería necio no estar abierto a ello.