jueves, 1 de abril de 2010

Chile, terremoto y derecha


La des-concertación chilena
Por Franco Rinaldi
Miradas al Sur
Domingo 14 de marzo de 2010

Hace más de dos años Chile viene programando los festejos del Bicentenario chileno que culminarán este 18 de septiembre. Sólo la interrupción de los terremotos y la habilidad del nuevo presidente de Chile determinarán si habrá grandes festejos o una inestable reconstrucción del país. Es que la agenda de la Suiza sudamericana se ha visto alterada por dos grandes hechos inesperados. El primero es un sustantivo cambio de mando presidencial. Sustantivo porque el color político del gobierno ha cambiado inesperadamente sobre todo si uno ve los sondeos de opinión tanto de aprobación de gestión y opinión positiva de la, ya ex, presidente Michele Bachelet. Con esos porcentajes altísimos de aprobación (de los cuales siempre se puede desconfiar), el gobierno saliente no pudo mantener invicto su color político y se terminaron 20 años de Concertación. El final de ese socialismo aggiornado, en el que un gobernar se convirtió en “garantizar que toda la población pueda comprarse un electrodoméstico”, tal como lo afirmara el ex presidente Ricardo Lagos, abrió la puerta a una derecha, a priori, más demócrata y aparentemente más previsible; a la que sin embargo no le resultará tan difícil como a la concertación, usar el garrote siempre que lo crea necesario. Y necesario es para la derecha la mayoría de las veces: le basta simplemente construir un discurso público en donde suena justificado el uso de la fuerza para garantizar la paz.

La elogiada, por la derecha vernácula, cordialidad entre mandatarios (digámoslo: enemigos políticos) se desvaneció bastante rápido y pasamos sin escalas del desayuno de la presidente Bachelet y respectiva salutación telefónica televisada en directo con el electo mandatario, a un Piñera virulento después del terremoto del último 27 de febrero.

Es que el empresario aeronáutico, se calzó de nuevo el traje de opositor hasta el último día y públicamente hizo manifestaciones que preocupan. El, ahora, presidente de Chile criticó duramente la organización de la administración Bachelet frente a la tragedia. Dijo que hubo falta de comunicación de las órdenes de la Presidente Bachelet para restablecer el orden en la zona de la catástrofe. La otra manifestación, todavía más preocupante es el pedido desenfrenado y tribunero del presidente Piñera de una prolongación del estado de excepción. Estado de excepción, tanto en Chile como en la China, es suspensión de los derechos y garantías constitucionales. Todavía más, el jueves en su primer discurso como presidente constitucional el presidente dijo con tono vehemente y efusivo: “a este gobierno no le va a temblar el pulso ni va a dudar ni un instante para tomar las medidas que haya que tomar.” Si Chile fuera Canadá, sin que la comparación sea ofensiva sino simplemente un dato de la realidad, esas declaraciones podrían y deberían ser puestas en una perspectiva diferente. Pero resulta ser que Chile está en América Latina, en América del Sur y ha tenido diecisiete años de dictadura derechista y no es menos cierto que esa dictadura ha sido de las más sangrientas de todas las del Cono Sur.

El terremoto no ha sido de derecha. Pero es factible, más no deseable, pensar en su funcionalidad a una reacción de una derecha más orientada a mantener el orden. Y entonces la derecha empresaria se viste rápido de una derecha más dura que sin pruritos podría, debido a esta horrible tragedia natural, tomar la ventaja del caos bien latinoamericano y extender su uso indiscriminado de la fuerza y guardar, eventualmente, la constitución nacional en el cajón de un escritorio para que no se vea.