jueves, 28 de agosto de 2008

Desde Denver, para Crítica



El largo "hasta luego" de los Clinton

por Gabriel Puricelli* (desde Denver)

El día en que el Partido Demócrata de los Estados Unidos hizo historia eligiendo un descendiente de africanos como su candidato presidencial, no fue uno en el que ese hecho brillara en soledad en la coreografiada convención que tiene lugar en Denver. Por el contrario, compartió la agenda y las conversaciones en bares y pasillos con las reverberaciones del firme discurso de Hillary Clinton del martes, con la moción de ésta pidiendo la nominación de Barack Obama por aclamación y con la expectativa por el discurso de su marido ex-presidente. Hay motivos para que esto haya sido así. Por un lado, algunos cuadros demócratas no digieren aún el hecho de que la formidable campaña de la senadora por Nueva York haya sido derrotada por la aún más formidable de su colega de Illinois. Por el otro, algunos votantes de Hillary vacilan ante la pregunta de los encuestadores que les piden certeza acerca de su voto en las presidenciales de noviembre. Sin embargo, son los analistas políticos y la homogeneidad discursiva de los mismos (se sitúen en el lugar del espectro ideológico en el que se sitúen), los que imponen en la prensa electrónica y gráfica, en los viejos y los nuevos medios, la preocupación por la conducta de esos ciudadanos, aun cuando Obama se encuentra sistemáticamente al frente en los sondeos. Cuando un diario publica su última encuesta, el titular elegido se refiere a esos electores aparentemente duros de convencer y no a quién va primero.


Hay, por supuesto, otros temas cuya presencia en la agenda no puede ser atribuida a los pundits que colman las pantallas de los canales de noticias. Uno es el ocaso (¿momentáneo?) de los Clinton como jugadores fundamentales de la vida del partido de Franklin D. Roosevelt. No es sólo la derrota de Hillary en las primarias, sino el hecho que que el vencedor sea, en realidad, una pareja vencedora, un dúo que provee no sólo una alternativa de calibre para la candidatura presidencial, sino una figura elocuente y sólida para aspirar al lugar de Primera Dama.


Saldada con elegancia y una poderosa demostración de lealtad la relación entre los competidores de las primarias, la última cuestión es: ¿Bill Clinton, estará dispuesto a emplear todo el prestigio de que dispone y ser un general más en la batalla contra los republicanos? Tanto la posibilidad de que "arrastre los pies" sin entusiasmo, como la de que actúe como aguafiestas imprevisto serían seguramente caminos hacia el crepúsculo definitivo de su influencia, algo que un líder perspicaz como él, sabe de sobra. Pero en el ex-presidente conviven el lado brillante que lo llevó de Little Rock a Washington y el lado oscuro que lo llevó a arriesgar el legado de su presidencia. Los electores parecen decididos a negarles otros cuatro años a los republicanos, pero éstos (y los analistas) cuentan con que la sola presencia del último presidente demócrata en la arena pueda deparar, sino una sorpresa, al menos un motivo para seguir llenando páginas, horas de aire y bits en los blogs.


* Co-coordinador, Programa de Política Internacional, Laboratorio de Políticas Públicas







lunes, 18 de agosto de 2008

Adhesión a la actual campaña de la oposición a Berlusca

Walter Veltroni, líder del Partido Democrático, hace aquí un llamado a salvar a Italia de la Berluscobossifinicracia. Para escuchar y escuchar y actuar, en especial los que tienen ds pasaportes.






lunes, 11 de agosto de 2008

Evo, más que ratificado


El mundo

Lunes, 11 de Agosto de 2008
Opinión

El presidente más legítimo

Por Gabriel Puricelli *

En 26 años de elecciones democráticas, nunca un presidente boliviano tuvo que hacerse elegir dos veces. Un ejercicio contrafáctico plausible indica, asimismo, que –de haberse visto en esa situación– ninguno hubiera logrado sobrevivir a un referendo revocatorio, ya que los bajos porcentajes obtenidos al ser electos los hubieran transformado en un blanco sencillísimo. Desde ese punto de vista, la ratificación de Evo Morales es una proeza histórica, aun si los números finales no indicaran, como lo hace el conteo rápido, que el porcentaje alcanzado lo aproxima a una mayoría de dos tercios de los votantes. En una región acostumbrada, a lo largo de dos décadas de normalidad electoral, a que los desafíos de gobernar se devoren el apoyo popular a los presidentes (en especial cuando promedia su mandato), el líder boliviano se destaca con un brillo propio.

Someter su mandato a ratificación fue una opción audaz y autónoma del gobierno del MAS, aunque (y sin que esto signifique paradoja alguna) se puede decir también que se vio obligado a demostrar por segunda vez la legitimidad de éste, frente a una oposición que se ve a sí misma (y en buena medida lo es) como un régimen depuesto destinado a ser restaurado, y no como un futuro gobierno potencial, como debería ser si tuvieran alguna forma de adhesión al ideal democrático.

Combinado con la revocación del mandato de un ex y posible futuro candidato a la presidencia, como Manfred Reyes Villa en Cochabamba, el saldo a favor del MAS y sus aliados es ampliamente positivo. No habría más que decir (no existe otra instancia a la que apelar, en democracia, que no sea el veredicto del soberano), si no fuera porque esa lealtad democrática está ausente en muchos líderes de la oposición, incluidos algunos de los prefectos también ratificados ayer. Ello implica que la ventaja decisiva, pero coyuntural, que el gobierno doblemente legítimo de Bolivia tiene desde ayer, deba ser aprovechada en un plazo brevísimo para cerrar el proceso constituyente y para poder dedicarse a las tareas de reivindicación social de las mayorías y de desarrollo económico que sólo han sido alcanzadas de manera incipiente.

El resultado de los referendos debería obligar también a los vecinos de Bolivia (en particular a Brasil, pero también a Chile y Argentina) a hacer todo lo mucho que están en condiciones de hacer para ayudar a que un gobierno tan plenamente soberano como el de Morales pueda terminar de deshacer el nudo del atraso, que también puede identificarse bajo los nombres del despegue energético y del fin de la mediterraneidad.

* Cocoordinador, Programa de Política Internacional, Laboratorio de Políticas Públicas.