miércoles, 10 de marzo de 2010



Malvinas, una cuestión regional
Por Gabriel Puricelli
Miradas al Sur
Domingo 28 de febrero de 2010

La quimera imperial del Reino Unido se resiste al curso irrefrenable de la historia con una tozudez difícil de explicar. Londres no ha asumido a cabalidad las implicancias profundas de la democratización en Argentina desde 1983. Ha persistido en un tratamiento de la cuestión Malvinas que en el fondo desconoce el hecho de que nuestro país se ha transformado por la voluntad soberana de su pueblo, ratificada aún ante situaciones de crisis económica y social agudísimas, en una república democrática que no tiene nada que ver con el país-cárcel de la dictadura que osó una guerra con un país de la OTAN con vistas a perpetuar la tiranía sobre sus ciudadanos.

Los argumentos con que el gobierno británico de las islas defiende la persistencia del hecho colonial incluyen la amenaza a su estilo de vida que conllevaría el retorno de las tierras que ocupan a la soberanía argentina. Se trata de uno entre muchos argumentos risibles, pero se destaca en tanto no resiste la confrontación ante la evidencia de cuánto se ha respetado aquí (y cuánto han contribuido a gestar la identidad aluvional de los argentinos) el estilo de vida de los inmigrantes galeses de la Patagonia o de los ingleses y escoceses en Buenos Aires y sus alrededores.

Por estos días, la posición británica no sólo pretende continuar desconociendo realidades históricas ampliamente consolidadas que resguardarían los derechos humanos de los habitantes de las islas de la manera plena que no han gozado los súbditos de la reina en Hong Kong, sino que pretende ignorar el ascenso de América Latina como polo de poder. En efecto, la decisión unilateral de iniciar tareas de exploración en busca de petróleo en aguas territoriales reclamadas por Argentina, se produce omitiendo el hecho de que esa acción es vista como agresiva por toda una región en la que la democracia se ha arraigado y que se empieza a proyectar en el mundo con un poder que puede resultar necio desconocer.

La declaración de apoyo a la posición argentina de la Cumbre de la Unidad de las Jefas y los Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe no debería ser malinterpretada como la expresión de una diplomacia ingenua. La reacción del Reino Unido ante la misma parece juzgarla erróneamente por su falta de efecto inmediato (del mismo modo que lo ha hecho ante cada resolución favorable a la Argentina en la Asamblea General o el Comité de Descolonización de la ONU), sin darse cuenta de que ésta se inscribe en un proceso de integración política que acompaña una proyección de la región en el mundo que debería inspirar prudencia estratégica en la conducta de viejos poderes como el británico. Por supuesto que nada de esto tiene la contundencia de una amenaza de guerra, que ya nunca provendrá ni de la Argentina, ni de la región en su conjunto, pero la decisión de devolver Hong Kong tampoco se hizo bajo la amenaza de los cañones chinos, sino que se adoptó en la inteligencia de que China iba camino de transformarse en una potencia y de que el interés del Reino Unido estaba mejor servido por el fin de la aventura colonial que por la insistencia testaruda en un anacronismo.

Gran Bretaña haría bien en dejar de omitir su obligación como miembro de la ONU de acatar las resoluciones de ésta. Sin embargo, ello no deja de estar en el terreno de esa moral de los estados que los liberales esperan, mientras los realistas se ríen: lo que Londres debe entender es que el costo futuro de la aventura colonial en el Atlántico Sur tenderá a ser más oneroso de lo que es hoy el mantenimiento de su carísima “Falkland Fortress.” Eso será así porque América Latina no está simplemente dedicada a emitir bellas palabras de respaldo a la Argentina, sino que mira hacia el mar como una herramienta de desarrollo que ya no está sólo en potencial, sino que es la realidad presente de Brasil y la futura de los otros países de la cuenca del Atlántico. Las durísimas palabras de Lula reclamando al Reino Unido que acepte la ley internacional no son palabras en el viento, sino el correlato verbal de acciones materiales que Brasil y la región están llevando a cabo. Cuando la UNASUR avanza con su Consejo de Defensa o cuando la doctrina militar de Brasil define como prioridad la protección de lo que han denominado el “Amazonas Azul” del fondo oceánico, no se trata sólo de palabras y el Reino Unido haría muy mal en ignorarlo.

1 comentario:

Jorge Pessoa dijo...

Buen artículo, tarde o temprano los ingleses deberán entender, aunque sea cuando deban pensar con el bolsillo. Es curioso que ese cartel en la foto lo hayan hecho con los colores celeste y blanco.
http://malvinasforever.blogspot.com