lunes, 12 de octubre de 2009

Perspectivas de una cierta izquierda



Miradas Al Sur
Domingo 11 de octubre de 2009
La maratón del proyecto emancipador
Por Gabriel Puricelli
Sociólogo (UBA)

Las elecciones de junio ofrecieron evidencia de que las posibilidades
de impulsar una agenda política de izquierda, democrática y popular no
están limitadas, como han venido postulando algunos intelectuales, al
éxito electoral del Frente para la Victoria.

Ello era evidente desde antes de las elecciones, si se miraban las
realidades políticas de las provincias, donde es imposible encontrar
gobiernos que compartan esa franquicia y que tengan una agenda de
gobierno que se pueda ubicar en ese cuadrante.

Sin embargo, a nivel nacional, después del naufragio del Frepaso y del
giro a la derecha del ARI- /Coalición Cívica, los resultados
electorales de las alternativas a la izquierda de los partidos
tradicionales eran demasiado modestos y justificaban la resignación de
algunos, que sólo veían eficaz la asociación con candidaturas
taquilleras, dejando en segundo plano la consistencia programática.

Aquellos que han buscado este tipo de socios se enfrentan hoy al fin
del ciclo kirchnerista dentro del PJ y a la total ausencia de reglas
para decidir la orientación del Acuerdo Cívico y Social, lo que
desperfila a nivel nacional al PS y al GEN. Las muestras de que hay
vida fuera de la órbita de los partidos tradicionales no vienen sólo
de los buenos resultados de Proyecto Sur en Capital, Río Negro y Santa
Fe, del Nuevo Encuentro de Sabbatella y De Gennaro en la provincia de
Buenos Aires y de la Unión de los Neuquinos, sino también de la
solvencia que ha demostrado el PS de Binner en hegemonizar una alianza
variopinta en su provincia.

Más significativamente aún, vienen de un análisis desapasionado de la curva de evolución que tuvo el Frepaso entre 1991 y 1997, que demuestra nítidamente la disponibilidad de la ciudadanía a decidir una opción sin apegarse a identidades políticas que están en declive independientemente de cuánto se bata el parche en su nombre y de cuánto provecho (decreciente) se pueda sacar todavía de ellas.

El actual gobierno justicialista no sólo ha puesto en práctica algunas
políticas de izquierda, sino que ha elegido hacer eje discursivo en
éstas. Así, a pesar de la ausencia de políticas consistentes de
redistribución del ingreso (que sí se ha producido por goteo) o de
universalización de las políticas sociales, de la opacidad de los
subsidios a grupos concentrados y de tantos otros aspectos que no es
legítimo asociar con una visión de izquierda, las gestiones que se han
sucedido desde 2003 están indiscutiblemente impresas con ese sello no
sólo en las cabezas de quienes desde dentro de las mismas han empujado
en ese sentido, sino también en las de gran parte del electorado
independiente (que con sus oscilaciones decide los ciclos políticos) y
del electorado de derecha. Ello plantea un desafío enorme para quien
pretenda impulsar una agenda de transformación social después de que
el PJ haya cambiado nuevamente de piel, no sólo en términos
electorales, sino por el esfuerzo que va a requerir, en un contexto de
polarización discursiva, evitar que un eventual giro a la derecha
arrase con el consenso democrático sobre los derechos humanos o sobre
la necesidad de un Estado presente.

En el balance de los años de la democracia, se puede razonablemente
decir que las chances de éxito de una izquierda democrática y popular
se cifran en la paciencia, la consistencia programática, la
independencia organizativa y la vocación de gobierno.

La paciencia flaqueó cuando el Partido Intransigente y el Frepaso
optaron por cortar camino hacia el gobierno, en lugar de persistir en
la vocación de construir fuerza alternativa. El PI estaba lejos de su
objetivo original de romper el bipartidismo, pero el Frepaso estaba
muy cerca de reemplazar a la UCR como polo y de forzar una
reconfiguración perdurable del sistema político.

En este último caso, se sacrificó además la consistencia programática,
en aras del consenso de la convertibilidad.

En el escenario por delante, los otros dos atributos que sugerimos
indispensables deberían estar en primer plano. La independencia
organizativa debe expresar la convicción de que hay un proyecto
emancipador trascendente cuyo despliegue requiere tiempo y cuya
persecución no puede depender aleatoriamente de las variaciones del
tornasol ideológico de alguno de los partidos tradicionales. La falta
de un concepto de partido (que puede adoptar la forma de tal o de una
federación estable) ha facilitado la cooptación individual y una
proliferación de funcionarios progresistas en administraciones que se
han aprovisionado así de todas las "frutillas del postre" que han
deseado.

La vocación de gobierno implica la predisposición a buscar alianzas
sin prejuicios, siempre que las mismas no pongan en peligro la
existencia de la organización propia y que ayuden a reforzar la
consistencia programática, permitiendo poner en práctica tantos
elementos de ese programa como lo admitan las relaciones de fuerza y
criticar honestamente a los socios de que se trate por las
limitaciones que muestren.

Se requieren corredores de fondo, sin duda. ¿Los habrá?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hmmmm... complicada la última pregunta. Me parece que tenemos más Bolts que Bekeles.

Blasken
(no corre, vuela!psss!)

Giankar dijo...

Sin el Frente para la Victoria incluido no hay Frente de Centroizquierda posible, solo onanismo testimonial. Ahora, dicho esto, el Frente para la Victoria deberia permitir la autonomia y preservacion de la identidad de sus futuros aliados (como bien postula Puricelli), creando juntos un Frente superador que constituya una opcion realista para la toma del poder y la preservacion de las politicas progresistas ya instauradas por las gestiones K que deberian convertirse en politicas de Estado.

Anónimo dijo...

Buen aporte para la reflexión. Nos tomamos el atrevimiento de subirlo a nuestra página.


http://www.lafededelche.com.ar/novedades/?p=778#more-778