miércoles, 1 de julio de 2009

La opinión publicada

La profecía de los objetivos propios

Por Gabriel Puricelli
Licenciado en Sociología (UBA) y analista político
en "Miradas al Sur", domingo 28 de junio de 2009


Cuando un medio de comunicación reitera el uso de una aserción en títulos, volantas y textos, cuando decide hacerla el centro de sucesivas tapas y lo hace bajo la forma de la profecía, no está haciendo otra cosa que poner en práctica aquello que se llama “línea editorial”. Se entiende por línea “editorial” aquello que, sin derrapar hacia el eufemismo, se denomina línea “política” en los demás actores de un sistema político democrático.

Hay una decidida operación de enmascaramiento cuando se usan distintos adjetivos para definir la línea (lo que es decir el “programa” o, por lo menos, la intención) de una empresa editora o audiovisual y la de un partido u otro tipo de asociación explícitamente política.

Es la misma operación que oculta tras la apariencia de profecía aquello que es, en realidad, un objetivo buscado. En cualquier caso, la admisión, a menudo hecha a regañadientes de que existe tal cosa como una “línea”, aun si se la embellece con la connotación a priori poco amenazante de “editorial”, significa que se ha aceptado el hecho inocultable de que no existe objetividad posible en el ejercicio del periodismo o de la industria de la edición o audiovisual.

La admisión de esa imposibilidad de verdad objetiva es la que funda en definitiva la política democrática, aquella en que se pautan unas reglas para competir para lograr que se tengan predominantemente en cuenta unos ciertos intereses.

La noción de objetividad valorativa (en el caso que nos ocupa o en las áreas del conocimiento) va de la mano con una idea de que existe también un bien común objetivo y determinable consensualmente. En las sociedades divididas que son propias del capitalismo, hay inevitablemente intereses encontrados que encuentran un modo de ser negociados en la política democrática y ésta no tiene en los partidos o en las organizaciones de clase, actores excluyentes. Las medios gráficos y audiovisuales participan (a veces con todas las de ganar) en la disputa por hacer aparecer como “bien común” aquello que es lo mejor sólo para algunos.





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